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BSO CINEMATOGRÁFICAS O ESCÉNICAS

19/05/2020 | Por: Conrado Xalabarder
TEORÍA

Una de las grandes fuentes del cine ha sido siempre el teatro, con incontables versiones cinematográficas de libretos que han triunfado en los escenarios, en ocasiones repitiendo directores, intérpretes y hasta músicos. Por las características intrínsecas del cine y del teatro sucede que la música escénica puede ser trasladada al cine pero la cinematográfica no es viable en los escenarios.

Teatro y cine son cosas distintas, aunque el cine pueda teatralizarse (cine teatral) y la música también. En el escenario la palabra es lo máximo y la música generalmente lo mínimo, mientras que en el cine palabra y música pueden ir de la mano. Pensemos por ejemplo lo incómodo e inoperante que sería estar asistiendo a una representación de Hamlet (o cualquier Shakespeare) de Summer and Smoke (o cualquier Tennessee Williams) o Who's Afraid of Virginia Woolf (o cualquier Edward Albee) mientras suena, tal y como suena en las películas, las músicas de William Walton (o Morricone, o Doyle...) de Elmer Bernstein o de Alex North... ¡los espectadores las rechazarían por interferir en los diálogos, las interpretaciones... en el espacio escénico!

Esa interferencia que es inaceptable en el teatro es bien recibida en el cine, puesto que la música se integra en la dramaturgia y forma parte de la narración, y profundiza en el campo de visión y de comprensión: ¿alguien ha visto alguna representación escénica de Henry V tal y como se muestra en el fantástico filme de Laurence Olivier de 1946, con la prodigiosa música de William Walton? No, y sencillamente porque, aparte de que sería un engorro, el teatro (no operístico) no funciona así y se basta con el trabajo de los actores.

En el teatro no musical, y cuando no hay diegésis, la música suele intervenir para las entradas y salidas, para interludios, para dar énfasis a momentos concretos... pero no participa como lo hace en el cine a su nivel de inmersión dramática y narrativa. El cine, en cambio, en sus adaptaciones de obras escénicas, sí puede hacer uso de la música tal y como se hace en el escenario. Y puede, claro, llevarla a un terreno puramente cinematográfico.

On Golden Pond (82) podría ser un buen ejemplo de música en el cine más escénica que cinematografica. La película de Mark Rydell con música de Dave Grusin no necesita más. Lo mismo podría decirse de Equus (77), cuya música firmó Richard Rodney Bennett, o A Man for All Seasons (66) Sleuth (72) o la más reciente Fences (15), entre muchas otras. En el lado opuesto hay versiones cinematográficas de obras teatrales que se transforman de modo determinante gracias a un uso de música cinematográfico y poco escénico: las adaptaciones de Shakespeare de Laurence Olivier o las de Kenneth Branagh son un estupendo ejemplo, como también lo son el Death of a Salesman (51) con música de North, Agnes of God (85), trascendida gracias a Georges Delerue o, por citar un ejemplo español, El perro del hortelano (96) con música muy poco escénica de José Nieto.

La música teatral, también, tiene su espacio en el cine, y convive con la genuinamente cinematográfica, pero no parece que ambas puedan ser compatibles en una misma película, por sus importantes diferencias.

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