Una tripulación queda atrapada en una instalación submarina que se está inundando tras un sismo. Su única oportunidad es caminar a través del suelo marino hasta una lejana plataforma petrolífera abandonada...
Este es otro de los ejemplos en los que el cine renuncia a la música como tal y la lleva al territorio de los efectos sonoros, hechos eso sí con música. El objetivo de sumergir al espectador en la experiencia, de hacerla inmersiva, se logra en tanto es una fuente de constante hostigamiento y ataque, funciona como elemento de presión y de agobio. Tiene momentos muy convencionales pero otros brillantes. En contraste, cuando pretende ponerse de parte de los personajes y explicarlos en sus emociones surge lo melódico y lo temático más palpable y reconocible, pero como apenas se le ha dejado espacio para presenciarse y menos aún desarrollarse resulta un parche que acaba por ser inocuo e irrelevante.