Remake del filme de 1976, sobre una tímida adolescente con poderes telequinésicos que le sirven, en un principio, para enfrentarse a las burlas de su compañeras de clase y, más adelante, para combatir a su posesiva y fanática madre y vengarse de una cruda broma.
Por más que se pretenda evitarlo, la comparación con el original de Pino Donaggio es inevitable, y esa comparación resulta completamente humillante para lo hecho por Beltrami, porque allá donde Donaggio dio una lección de cine, Beltrami ni siquiera evidencia oficio, con una banda sonora pésimamente aplicada. Y allá donde Donaggio explicaba e implicaba, Beltrami solo acompaña y enfatiza. Con Donaggio, la protagonista era tratada con enorme calidez y afecto, y el espectador se posicionaba inevitablemente a su lado; para Beltrami, Carrie es un monstruo. Donaggio desarrolló implecablemente un doble nivel dramático: la música interior (ternura) y la exterior (horror) al personaje; la lectura de Beltrami es plana y sin matices ni imbricaciones entre la perspectiva del personaje y lo que la rodea. Finalmente, Donaggio construyó narración y la película fue dependiente de esa narración musical; Beltrami se limita a seguir las pautas narrativas del filme, sin tener en consideración cualquier estructura.
Si olvidamos la existencia de ese precedente, lo que queda es una banda sonora que solo acompaña y enfatiza, que convierte a Carrie en un monstruo, que es plana y sin matices ni imbricaciones entre la perspectiva del personaje y lo que la rodea y en la que Beltrami se limita a seguir las pautas narrativas del filme. Pero olvidar la existencia del filme de De Palma es imposible: la música de Donaggio permanecerá muchas décadas en el recuerdo. La de Beltrami será inmediatamente olvidada.