Remake de The Thing (82). Una expedición de científicos en la Antártida es atacada por una extraña forma de vida que se apodera de los cuerpos.
En el filme original, Ennio Morricone firmó una creación que se destacó por su extrema y desesperante frialdad, con la repetición hipnótica de su motivo principal y un tono implacablemente distante y apocalíptico. Ahora, Marco Beltrami mantiene una línea dramática y estética parecida, aunque evita fisicalizar el peligro en forma de un tema o motivo reconocible en primera instancia, sino que lo aplica de modo menos evidente para dejarlo crecer a medida que el peligro real se concretiza, y entonces alcanza dimensiones hasta épicas, devastadoras. Su música es un elemento externo a los personajes y, por tanto, no es aplicada para resaltar sus emociones -salvo en la parte final- sino para dar éfasis al ambiente en el que deben sobrevivir: es un elemento siempre hostil, por momentos es extremadamente frío y desolador, y es en ese ambiente donde va tomando cuerpo y forma la música definitiva, que gana en calidez lo mismo que en agresividad. Y tras ella, aparece una música -ahora sí, para los humanos- pero demasiado exhausta y débil tras tanta hostigación.