Un viejo detective es contratado para investigar el asesinato de un cadete de West Point. Enfrentado al código de silencio de los cadetes, recluta a uno de ellos para que le ayude a desentrañar el caso: un joven Edgar Allan Poe.
El compositor firma una creación que se aplica para impulsar el suspense pero se queda sin conseguirlo por una ausencia de desarrollo de una música que recuerda, en cierta manera, el tema principal de The Silence of the Lambs (91). Pero este tema no funciona como referencia sino como énfasis algo impostado de la gravedad y trascendencia de lo investigado, con una reiteración casi monótona que le resta fortaleza a medida que avanza la película. Shore tampoco logra elevar el filme en lo dramático, pues se limita a subrayar sin mayores complejidades la melancolía ya mostrada y demostrada en la historia. Y tampoco es hábil en su arco dramático, contribuyendo activamente a menguar la tensión y el suspense con una música que arranca con fortaleza pero que va perdiendo fuelle hasta llegar a un final forzado e impostado.