Documental en torno a los comienzos del movimiento ecologista norteamericano.
El compositor asume como propias algunas de las normas no escritas pero sí habituales en lo que concierne a la aplicación de música en el género del documental. La principal, y básica, es que con su música no contribuye a ficcionar aquello que se presenta como real, y por tanto su música empatiza con lo narrado, pero sin alterar el tono y sin pretender hacer añadidos explicativos. Por ello, su creación discurre prudente y moderada, manteniendo en todo momento un cierto equilibrio emocional.
En su nivel espacial se ubica en el nivel de las emociones del espectador, a quien la música transmite un claro mensaje de dignificación y elogio por el esfuerzo de los pioneros protagonistas del documental, elevando la categoría del suceso a un hecho histórico de relevancia y de recuerdo justificado. Lo hace con elegancia, con melodías elaboradas y bellas, emotivas y sentidas, pero en nada edulcoradas sino, por el contrario, con una aparente sofisticación que, en realidad, es de sencillo refinamiento. Su tema final, minimalista, es bellísimo.