Usuario: Ángel González
Fecha de publicación: 21.01.2017
Hablar de Ladyhawke, posiblemente una de las bandas sonoras más detestadas de la historia, es una excusa perfecta para hablar de contextos: del contexto que rodeó a la producción, y del propio contexto narrativo de la película y el papel que esta música juega en él.
El director Richard Donner es uno de esos que much@s llaman "artesanos" (al igual que a Rob Reiner, John MacTiernan, ...), eufemismo claro para hablar de directores/as que son capaces de llevar adelante determinados proyectos o encargos, y no dificultar la labor de producción; de ésos que valen para un roto y para un descosido. Es el responsable de películas como "La profecía", "Superman", "Los Goonies", "Arma letal", y otro puñado de películas con bastante peor trato en taquilla. Sin duda sus proyectos han pensado siempre en el box-office, tanto los que acertaron como los fallidos; no en cine de autor (aunque hay quien diga que Max's bar puede ser una excepción, pero no es mi caso). Es importante tener presente esto porque la música en sus películas casi nunca ha buscado el riesgo, con la excepción clarísima de "The omen", pero claro ... es que estaba Goldsmith. Pienso que siempre ha tenido muy claro qué música incluir y cuál no, y las razones para hacerlo, fuesen o no acertadas. ¿Y qué pasa entonces con Ladyhawke? Pues que lo tenía claro y que arriesgó pensando en no arriesgar. A ver si me explico: La música de Ladyhawke buscaba captar un público nuevo en los mediados de los 80, un público más joven y más general, para abarcar más segmentos demográficos. Pero en términos de bandas sonoras, el riesgo era clarísimo. Mucha gente, entre ellos Tom Mankiewicz, parece ser que le advirtieron de ello. Éste llegó a indicarle que la película "pedía a gritos a Goldsmith" ...
Sigo con lo del contexto. ¿Y de dónde le viene a Donner la idea de contar con un neófito como Andrew Powell para su banda sonora? La razón es The Alan Parasons Project (APP, para abreviar) y, en concreto, la fascinación que tenía algún miembro del equpo que buscaba las localizaciones junto a Donner en Italia. A Donner le gustó la idea de importar al cine lo que había escuchado de los álbumes de estudio de APP. Por tanto contactó con Alan Parsons (uno de los creadores de APP, pero ojo, no el único, ya que seguramente el papel de Eric Woolfson fuese bastante mayor en la labor de composición, no tanto en la de ingeniería y producción, donde era muy bueno Alan Parsons: Dark side of the moon, de Pink Floyd, es su ejemplo más notorio en ese campo). Eric Woolfson no quiso saber del tema, según parece, y el bueno de Alan recomendó a Donner al arreglista y director de orquesta de APP: Andrew Powell.
Pues toca hablar de APP porque ¿cómo alguien pudo asociar que su música pudiera encajar en una aventura de aire medieval, de fantasía, aventuras y romántica? El papel orquestal en los primeros albumes de APP era muy importante, aunque luego fue perdiendo cabida, especialmente a partir de Ammonia Avenue (1984) y hasta su disolución. La primera aventura musical del grupo fue en 1976, con "Tales of mistery and imagination", para mí una obra maravillosa desde la perspectiva del rock progresivo-sinfónico-etc. Su particular fusión de la parte orquestal llevada por Powell, con la electrónica y lo acústico, encajaba en este álbum conceptual basado en la obra de Allan Poe. Su tema "A dream within a dream" es el ejemplo perfecto de esa unión, porque además rebrota en dos temas más de los 11 cortes existentes, casi como un tema principal de una banda sonora. Ojo, no lo es ni pretende. Sólo evoca y le da cierta continuidad narrativa al concepto que da pie al disco.
En mi humilde opinión nunca volvieron a llegar tan alto, pero si algún otro disco suyo está entre mis favoritos es "The turn of a friendly card" (1981) donde se siguen esos patrones más o menos. Trata sobre el juego, y su portada es una vidriera con un naipe, que nos anticipa que tal vez haya una evocación musical que remita a la Edad Media (al menos, en lo que el imaginario colectivo asocia a música relativa a ese período, no tanto en lo estrictamente musical de esos siglos). Y la hay en su tema inicial, que comienza con una fanfarria y se transforma pronto en un tema de aire disco-pop, o en "Ace of swords" y en el tema que da título al álbum. Este disco debió estar presente claramente en la cabeza de Donner para tomar su decisión. Pero claro, una cosa es un álbum basado en un concepto, y otro muy distinto que cumpla como banda sonora. A mí me encantan estos dos discos de APP, y sigo considerando que Ladyhawke es un gran fiasco.
Powell no tenía experiencia en el cine y lo más próximo a ello seguramente fuese su composición Prelude: The fall of the house of Usher, en el disco "Tales of ...". Allí lucía con aires clásicos, siempre pensé que como para una película de Roger Corman. Ahora había que componer nuevo material para el filme, integrando lo sinfónico, lo electrónico y lo acústico. ¡Menudo reto! ¡Y para un recién llegado al mundo del cine y la banda sonora! Yo creo que lo acústico aparece desencajado (me quedo con el tema principal de The princess bride de Knopffler, como muestra de encaje de lo acústico en otra película de aventura y fantasía); lo electrónico suena "cheesy", fantástica palabra en inglés ... hasta cutre (nada que ver con composiciones de APP tales como Lucifer, Genesis Ch.1 Vs.32, etc) y lo sinfónico ... pues no se integra nada bien con el resto.
Resultado final: mala integración en el filme, pero también musical (entre los 3 aspectos antes mencionados) y -sobre todo- anacronismo. Yo no creo que el anacronismo sea malo en sí; es arriesgado, pero si tiene coherencia, pues bienvenido. Eso sí, una música anacrónica y mal planteada, pues te saca del filme y el daño ya es irreparable. Es como poner música de un CD y, al mismo tiempo, ver una película en la televisión, y todo en el mismo salón: se rompió la magia. Donner buscaba la atemporalidad, pero el tiro le salió por la culata, porque la música de Ladyhawke no es atemporal, simplemente habla de mundos distintos y -además- se ancla con un estilo musical peculiar (en este caso de los 80) que pronto quedó desfasado. Por tanto no sólo no es atemporal, sino que esta banda sonora es temporal, pero con fecha equivocada y -para colmo- con caducidad.
La pregunta es ¿hay algo bueno en Ladyhawke? Si atendemos a los contextos, vemos que todo lo que gestó la idea musical fueron un cúmulo de malas decisiones artísticas (e incluso en taquilla, pues recordemos que su vocación era atraer a segmentos que no acudirían con una música sinfónica). El contexto influyó decisivamente en un enfoque equivocado. Pero es que la ejecución tampoco fue óptima, ni mucho menos. Escuchar "Tales of ..." y luego Ladyhawke, nos daría una idea de la ingente cantidad de diferencias. ¿Pero no hay nada bueno? Pues sí que lo hay: el tema principal en su versión sinfónica. Por qué no partir de él y desarrollar algo armónico por esa vía, aunque luego se integren elementos acústicos y electrónicos (ej: Pavane, del "Tales of mistery and imagination", hipercitado por mí en este reseña). El tema que describe a Isabeau es bellísimo, como son ejemplos "She was sad at first", "Philippe describes Isabeau" o el tema final, antes de que se convierta en tema pop y nos corte el rollo. Un leitmotif hermoso como pocos, y tremendamente valioso desde su potencial narrativo, pero infrautilizado.
Donner quiso hacer una película de factura clásica, al estilo de clásicos del cine de aventuras, con sus toques desenfadados. Pero quiso abordarlo con una aproximación comercial y -por tanto- de su tiempo. Contó con la música para conseguir su objetivo, pero el experimentó falló. Y Donner no volvió a arriesgar. Siento empatía por Andrew Powell y por todo lo que se ha dicho de su música para el filme. Fue el "artesano" que acataba indicaciones, aunque yo lo recordaré más por sus arreglos para APP, o en el Music de John Miles. Saludos a tod@s