Una mujer se instala en una casa aislada en una isla, donde de niña vivió un infierno que su mente intenta esconder. Allí, sin saberlo ella, hay una entidad fantasmal que no parece muy bien saber qué hace en ese sitio. Con la llegada del prometido de la mujer, la actitud del espíritu se vuelve más obsesiva.
El compositor se sumerge en terrenos psicológicos y emocionales con una partitura sobria y contenida en la que expone sustancialmente dos conceptos, que desarrolla: la fragilidad y la obsesión. La primera es tratada con gran delicadeza y elegancia, en ningún momento recargada ni melodramática, en tanto la segunda se basa en el empleo de una sonoridad reiterada y repetitiva, en algunos momentos estática y en otros dinámica. No es la suya la música del ambiente ni del entorno sino de las emociones de los personajes, la protagonista y el muerto, a quien con su creación otorga vida, aunque desolada.