Los extraordinarios cuentos que cada noche cuenta un padre a su hija cobran vida en un mundo paralelo que solo les pertenece a ellos: la hija como princesa, el padre como príncipe.
Esta es una bienintencionada pero fallida y finalmente insípida creación que sería aceptable en un compositor emergente pero que resulta decepcionante en alguien de la talla de Shore. Lejos de la magia, la evocación y el poderío alcanzado en por ejemplo Hugo (11) esta banda sonora es un quiero y no puedo, que cuenta con un destacado tema principal que genera expectativas respecto a su desarrollo pero que se va deshilvanando a medida que transcurre la historia, entre otras razones por la sobreabundancia de músicas enfáticas impostadas y también por las limitaciones del propio filme, que la música intenta mantener inútilmente a una altura a la que no llega. La versión del tema principal en forma de canción es edulcorada y vulgar. Al resto le falta solidez, es en muchos aspectos vacua y apática y hubiera sido una buena oportunidad para que el director retomara su relación profesional con Ludovic Bource, que probablemente habría hecho una música más pegada a la realidad del filme y no con tantas pretensiones de grandeza.