El director F.W. Murnau se dispone a rodar su nueva película, de título «Nosferatu», y encuentra a un siniestro personaje, idóneo para encarnar al vampiro. Lo que no sospecha es que actor y personaje serán prácticamente lo mismo.
Partitura que contribuye a recrear el ambiente de fascinación por lo mítico y de misterio por lo extraño. Su abundante música es a ratos imperceptible, a modo de susurro melódico, pero en otros instantes es bastante más exultante, en una línea postromántica que sirve precisamente para ambientar de una manera adecuada tanto la época en la que transcurre la acción como las motivaciones de los distintos personajes.
El compositor no aplica a Nosferatu música de terror, sino que le otorga un tratamiento afligido, casi piadoso, en un contraste que busca motivar en el espectador una doble sensación de sugestión y horror ante el vampiro. Entre otros logros de esta tan apreciable obra se encuentran su apocalíptico tema inicial y un grotesco vals.