Secuela de Venom (18), en la que el protagonista y su simbionte Venom deben enfrentarse a un preso que está en el corredor de la muerte y que se infecta con un simbionte propio.
El compositor no sigue la línea de la música que escribiera Ludwig Göransson para Venom (18) y firma una creación diferente, donde la música sinfónica y la electrónica se unen para enfatizar el espectáculo. Gira en derredor de un notable tema principal, moderadamente apocalíptico, del que saca buen provecho junto a temas para las acciones y la recreación de los entornos de terror. Es un divertimento, no pretende ser otra cosa, que funciona en todos sus propósitos y que resulta lo más notable de la película.