Nueva adaptación de la novela homónima de Lewis Wallace sobre la amistad que con los años se convierte en terrible rivalidad entre el noble judío Ben-Hur y el romano Messala.
Con algunos precedentes de remakes horrorosos también en lo musical (Carrie o The Omen), asustaba y mucho lo que Beltrami podía hacer con esta nueva adaptación de la novela pero que a nadie se le escapa es a su vez un remake del Ben-Hur de 1959, que cuenta con una música, de Miklós Rózsa, que está en el podio junto a las mejores bandas sonoras de toda la Historia. Cualquier comparación, obviamente, humilla lo hecho por Beltrami. Pero Beltrami es un buen compositor cinematográfico cuando se le ha dejado y cuando los criterios banales y comerciales no se han interferido en su labor creativa. En este filme no es lamentablemente el caso, porque su saldo es positivo en parte de lo musical y negativo en lo cinematográfico.
El tema principal, el de Ben-Hur, es una melodía lírica, casi elegíaca, que se focaliza mucho en una naciente y luego creciente espiritualidad del protagonista, luminosa, elegante e íntima, que lo destaca y resalta de su entorno, pero especialmente se contrasta con el tema de Messala, transformado en contratema y que también tiene elementos de espiritualidad, pero que es amargo y siniestro: a fin de cuentas, los dos personajes acaban buscando sus propias redenciones. En el entorno de este enfrentamiento se aplica una amplia variedad de temas rudos, primarios, de carácter grandilocuente e invasivo, con instrumentación étnica pasada por filtros modernos, con electrónica. Todas estas músicas no son significativas individualmente consideradas pero forman unidas en su sucesión un todo que ayuda a generar un ambiente de violencia, agreste. La música que se aplica para enfatizar la acción se sustancia en temas espectaculares pero muy convencionales, en la línea del Risen (16) de Baños -por citar una referencia cercana- o de otras que siguen unos códigos pre-establecidos en la industria hollywoodiense. Todas estas músicas acaban dominando los espacios e interrumpiendo el desarrollo de los temas importantes, cuyas buenas pretensiones quedan asfixiadas y finalmente imperceptibles. Una pena pues el tema principal es notable.