Hubo un tiempo, ya hace algún tiempo, en que Brian Tyler era una promesa de futuro. Ese futuro ya es para él un esplendoroso presente lleno de fama, éxito y riqueza, a costa eso sí de haber hecho casi olvidar que hubo un tiempo, ya hace algún tiempo, en que parecía que iba a ser un compositor de prestigio y admirable. Pero eligió vender su alma al diablo de la industria de Hollywood, abandonar la música y convertirse en maestro de la piroctecnia, porque en F9 (21) -que se estrena hoy- como en cualquiera de sus colaboraciones en la saga, hay mucha más pólvora y ruido que música, y el éxito de este tipo de bandas sonoras hace que se perpetúen en el cine comercial USA y sea cada vez más difícil que los productores se interesen por compositores que pueden aportar cosas interesantes. Nadie espera sutilezas o finezzas en una serie de películas de persecuciones de coches y explosiones, pero con absoluta seguridad un Jerry Goldsmith habría convertido cada una de esas películas en una experiencia inmersiva inolvidable, mientras que lo que aporta Tyler es comparativamente la nada: no es una evolución sino una regresión. Su mejor contribución al universo Fast & Furious es mediocre al lado de cualquier Goldsmith o no pocos otros compositores de filmes de acción.
Si Tyler fuese un compositor malo, del montón, esto no tendría más recorrido: sería un ejemplo más de lo que viene sucediendo en una industria que no busca artistas sino artesanos, y no artesanos con moldes propios sino expertos en la imitación. Pero es que Tyler había dado muestras de poder llegar a ser un gran compositor gracias a una carrera en la que poco a poco iba subiendo escalones en calidad y en interés: Last Call (02) The Final Cut (04) o especialmente The Greatest Game Ever Played (05) -todas ellas de hace ya casi veinte años- evidenciaban su potencial. Desde esos tiempos iniciales evidentemente ha firmado otras bandas sonoras estimables: ha ganado dos veces nuestros Premios MundoBSO: a la Mejor BSO de Videojuego por Assassin's Creed IV: Black Flag (13) y a la Mejor BSO de Televisión por Yellowstone (18), por lo que nadie podrá acusarnos de animadversión hacia él. Pero la media del conjunto de su carrera da un resultado mediocre, y un título reciente como Those Who Wish Me Dead (21) confirma que este Tyler no tiene nada que ver con el de hace dos décadas.
Hemos visto demasiados declives de compositores enormes que han caído (o han sido lanzados) en el fango de las peores películas y no han tenido otro remedio que intentar hacer lo mejor para seguir siendo ellos mismos: el mismísimo Goldsmith, sin ir más lejos. Pero en el caso de Tyler lo peor es que parece encantado de ser celebrado y alabado en RRSS por su mediocridad, sabiendo seguramente que parte de los fans que le elogian y le vitorean en RRSS por cosas como F9 no saben ni quién es Goldsmith, y de saberlo les aburriría, y sabiendo seguramente que otra parte de los fans que le elogian y le vitorean en RRSS por cosas como F9 confunden música con pirotecnia. Cuando se ha vendido el alma al diablo de la industria y a cambio de ello obtenido fama y raudales de dinero quizás no importe demasiado que parte de los fans que en su momento tuvo ni elogien ni vitoreen en RRSS por cosas como F9.